LA ASTRALETA

Largo era el camino y en la polvoreda sin fin, que recorta el horizonte, una sombra más densa figuraba la silueta del lento caminante.

Sobre el muelle lecho que la hojarasca forma buscaba el cobijo donde acomodar su enojo; buscaba la roca donde apoyar su sueño.

Lenta la tarde caía rabiosa sobre la cara del desconocido.

Había pasado un jinete removiendo con sus cascos las ceremoniosas sensaciones, que al revenir otoño aletargan y ensombrecen las quejumbrosas frondas.

Tras el matorral distante donde la liebre cría el zig zag de la culebra desperezándose se oía. Y un supuesto de enemigos ojos o peligros en acecho entre sombras se envolvían.

La tarde triste, melancólica, removía los recuerdos del pobre vagabundo y un destello de fiereza en su ceño se apoyaba.

Fue una tarde como esta… El tiempo borra, olvida, sume en tinieblas….. ¡Pero aquel escollo de dureza; aquella mirada perdida!, eran parte del paisaje, indeciso y atormentado; inquieto como una nube pasajera y cargada.

Sí, hace ya muchos años. Un poco más arriba. Dónde el terreno se agigante y el águila sobrevuela y define el territorio. Fue allí. Donde nace el Deva. Cuando amanece en Tama, en Turieno, en Peña Labra. Sí, fue allí.

Habían salido de montaña. La pasión de la caza mata. El hombre es la pieza del hombre.

Eran amigos desde la infancia. El amor creció entre sus manos como un tierno lirio de nieve. Nada les separaba excepto la inmensa grandiosidad del paisaje; la dureza terrible de la roca; el abismo que conoce nuestros nombres y nos llama.

Como en un ritual la luna presidía ya la escena. Caían demasiado pronto las sombras precipitadas como negros lienzos sobre tumbas. De súbito…El rayo hizo acto de presencia, se impuso con la fuerza de su luz cegadora. No tardo la tormenta en descargar.

Ambos amigos buscaron el cobijo más cercano.

  • ¡ La gruta, la gruta maldita¡

Allí la oscuridad tiene ojos que brillan como filos de cuchillo, el frío se apodera de los huesos y el miedo reina entre los dientes.

En ella entraron los intrépidos amigos. Estaban al amparo de la lluvia, mientras charlaban animadamente en la densa niebla de su entraña.

Un relámpago iluminó la estancia. Y entonces…. Allí…, en la pared……. estaba el hacha.

Fue un segundo, o una eternidad, el tiempo nada cuenta en estos casos.

Fascinados por aquel extraño brillo permanecieron motivados ante ella.

Tenía vida. Se movía. Sentía por ellos. Pedía manos que la asieran y victimas en los que descargar su furia.

Y entonces… el hacha… por medio del hombre…mató…. al hombre.

Han pasado los años y el viejo peregrino aún recuerda.

Pero yo conozco esa mirada. He visto mil veces en el fondo de la cueva el blanco de esos ojos. Porque toda victima busca una expiación con otro crimen y el hacha está pendiente de encontrar nuevos amigos.