Estabas aposentado en tus certezas; porque eras un hombre de fe.
Eras generoso, porque tu corazón era demasiado grande para conformarse con sutilezas.
Tu mente era clarividente y tu animo firme; porque desprendido de lo material, que al fin y al cabo solo es polvo, te basabas en los principios últimos de las cosas para concluir en determinaciones firmes y voluntariosas.
Tu vida fue breve; si la medimos en los tiempos burdos, físicos, del tiempo terrestre. Pero fue intensa, condensada en vivencias y emociones.
! Porque tanto acontecimiento no cabe en una vida corriente, fue ejemplar la tuya ¡ Solo así se puede entender tanta sabiduría acumulada, tanta entereza.
Llegaste así a ese estado de plenitud que los cielos, el reino de ese Ser en el que tu creías, consideraron oportuno reclamarte.
¿ Y cual fue tu respuesta ?
No por oposición. No por tibieza. No porque dudaras de la magnitud de tu esfuerzo, de tu constancia. Te aferraste a la última gota de vida. Y luchaste.
Porque tu Dios no es un Dios de pusilánimes. Porque no es un Dios de fe ciega. Es un Dios de compromiso, de autoafirmación personal. Tu también le dijiste :
» Padre mío, si es posible pase de mi este cáliz. Pero no se haga mi voluntad, sino la tuya »
Pero después de esta lucha, de sopesar todo lo que quedaba por realizar en esta vida y en la otra, hallandolo todo cumplido, atado y bien atado. Como la voz interior es mas fuerte que la vida. Como una continuación del acto heroico que siempre fue tu ejemplo, dijiste ! SEA ! y emprendiste el camino.
PermÍteme hermano que desde mi flaqueza, desde los pobres argumentos de esta razón ingenua , a veces me invada la tristeza y no entienda.
Seguramente tu me dirías :
» Javier, la verdad de las razones solo se manifiesta en el acto supremo de la muerte, que es la puerta. Mientras hay vida hay esperanzas y tenemos que luchar por ellas. Pero solo se realizan en la otra vida, en la Vida Suprema »
Y yo, con la garganta atenazada y los ojos llenos de lágrimas, otra vez quedaría en silencio. Apabullado por tu animo y por tu evidencia.
Porque tú eras así, un hombre de una pieza. Con un corazón tan grande que los sentimientos acudían a raudales. Y de momento, ante su impacto, no sabías que hacer con ellos. Pero en breve, ibas repartiendo generoso tus afectos, como sin darle importancia. Con ese gesto apuesto, con esa prestancia, que caracterizaba tu figura y tu conducta.
Equilibrio, era lo que te caracterizaba. Y ante las adversidades de la vida diste múltiples ejemplos de ello. Porque eras un marido equilibrado; un padre equilibrado ; un hijo y un hermano equilibrado. Con la suficiente entereza para decir la palabra adecuada en el momento justo.
Tu fuiste nuestra fuerza en los momentos de flaqueza; nuestra luz en los momentos de sombra ; nuestra voluntad, cuando el ánimo decaía. No nos dejes y desde la otra vida guía nuestros pasos. Hasta que podamos volver a cantar juntos aquel himno del colegio que tanto nos gustaba.
Mientras tanto yo cantaré en solitario evocando tu recuerdo :
» Vuelve Bernardo cruzado del Señor. Con tu palabra al aire, llenando el corazón «.
Y así se cumpla lo que dice nuestra hermana : » Porque nadie muere mientras su recuerdo vive »
Por eso yo te guardaré en lo mas profundo de mi corazón y alentará tu recuerdo con mi canto.
A mi hermano PEDRO BERNARDO.